Los colores y la alegría siguen siendo parte de esa danza de diversidades que se unen en el Caleidoscopio para dar vida a una serie de esfuerzos y sinergias colectivas que desembocan en hechos artísticos concretos: festivales, pregones, talleres, peñas y una serie de intercambios que vienen derribando fronteras, prejuicios y formalismos para crear ese corredor cultural Mesoamericano que nuestros ancestros-as nos legaron.
Antiguamente nuestras culturas autóctonas gozaban de ese constante flujo de conocimientos que salían de un lugar sin dirección aparente y terminaban permeando los imaginarios, las cosmovisiones, las formas de ver la vida y el mundo de toda esa gran cantidad de pueblos que tenían sus orígenes unos en los otros. Migrar era un acto sagrado y vital para no desgastar el entorno natural inmediato de un pueblo nos recuerda Edgar Cabrera en su libro “La cosmgenesis Maya”.
De una manera similar el trabajo de la Red Caleidoscopio, junto al Movimiento Mesoamericano de Arte Comunitario MARACA, vienen refrescando esos conocimientos y generando un corredor cultural que a manera de serpiente desciende desde México hasta Costa Rica, para reiniciar su camino hasta tierras Colombianas.
En la memoria más reciente de encuentros y re-encuentros con ese carácter sagrado y ritual del arte están: el Encuentro Latinoamericano de Juventud y Arte Comunitario (Guatemala) en Noviembre, el Campamento Eco-artístico de la GuanaRED en Diciembre (Costa Rica), el Berrinche Ambiental en Enero (Nicaragua), y Mesoamérica Megadiversa en Marzo del presente año.
Este conjunto de hechos han convocado a alrededor de mil jóvenes artistas, gestores culturales comunitarios, ciudadanos-as responsables de todo Mesoamérica que durante este 2010 siguen desplegando sus conocimientos y aprendizajes en sus vidas y en sus comunidades. Mientras los hilos de las redes se siguen afinando y el amor, la confianza y la convivencia con el otro cultivándose en los horizontes que colectivamente vamos tejiendo para los nuevos ciclos y las nuevas aventuras que nos aguardan.
Por Olman Briceño
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